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María del Perpetuo Socorro es un icono bizantino de la escuela cretense, una imagen representativa de la Virgen de la pasión. La interpretación general es clara. Los arcángeles Gabriel y Miguel presentan a Jesús niño los instrumentos de su Pasión futura. Al contemplar esta dramática visión, el niño, en su condición de hombre mortal y pasible, se asusta y se estremece y en un brusco movimiento busca socorro en los brazos de su Madre, a cuya mano se aferra con fuerza. El susto y movimiento brusco del Niño están expresados por la contorsión de piernas, el repliegue del manto y la sandalia desprendida.

El icono representa la realidad teológica completa de la Redención por la Pasión Gloriosa. Los instrumentos de la Pasión no son sólo presagio de dolor y muerte, aparecen en las manos ‘veladas’ como trofeo y símbolo de victoria lograda.

Todo Icono es espacio de culto y contemplación espiritual. Está pintado para nosotros. Por eso la Virgen no está mirando al Niño para consolarlo, como sería lo más natural, sino que se sobrepone al dolor de su Hijo y al suyo propio y endulza benignamente su rostro, para ofrecer al que la contempla una mirada llena de acogida y de ternura y un mensaje de esperanza. Cada detalle posee un simbolismo propio. Mirarla con amor es el mejor método y nos ocurrirá como a un enamorado de nuestra Imagen, que escribía: “No me canso de contemplarla, porque cada vez que la miro siempre descubro en ella algo nuevo”.

Esta gran riqueza de contenido teológico, más allá del arte pictórico, convierten este icono es una bella síntesis visual de los evangelios de la infancia. La pintura es mensaje, es teología en imagen.

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